Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del Big Data.
Big Data, es un término que define a la enorme, creciente, y no menos atemorizante cantidad de datos que el mundo hiperconectado de hoy está generando y de la cual algunos están extrayendo exquisita inteligencia analítica para una toma de decisiones más acertadas… y en tiempo real.
Mientras usted lee este artículo, una cantidad brutal de terabytes se almacenan, recorren y traspasan todas las capas del espectro productivo global, desde transacciones bancarias, envío de fotos y videos a través de smartphones, reservas online de vuelos o comentarios en Facebook, hasta sofisticados sistemas biométricos de seguridad en recintos deportivos, sensores de humedad en una planta agroindustrial, horas y horas de video de una compañía de TV o los intrincados y hasta metafísicos datos obtenidos por el Gran Colisionador de Hadrones del CERN. Lo relevante de esta monumental danza planetaria de información digital es que desde hace algún tiempo líderes y cerebros tecnológicos y económicos del mundo están considerando al Big Data, y más precisamente, a la obtención de beneficiosa información, como uno de los nuevos factores de desarrollo internacional. Dicho con otras palabras, quienes hagan un efectivo, racional e inteligente aprovechamiento del Big Data, podrán elevar sus estándares de productividad y competitividad, mejorando la calidad de vida de los ciudadanos.
Tanto es así, que especialistas del World Economic Forum (WEF) redactaron un informe este año en Davos, Suiza, denominado, ‘Big Data, Big Impact: New Possibilities for International Development’, que señala al Big Data como uno de los desafíos y problemas más inflexivos del futuro cercano. Incluso, para los economistas del WEF el fenómeno ‘big data’ es ya un tópico más de mercado, considerándolo como un nuevo bien económico, tal como la moneda o el oro.
Por eso es que muchas de las empresas líderes de la industria tecnológica están realizando suculentas adquisiciones en esta línea, reforzando sus tecnologías de Business Intelligence y procesamiento de datos.
Por su parte, los Estados y organizaciones están informando y generando plataformas públicas para comenzar a entender este paradigma y para empezar a obtener provecho de éste. Tal es el caso de la iniciativa del gobierno de EE.UU., data.gov, y de las Naciones Unidas, unglobalpulse.org, creada para ‘el aprovechamiento de la innovación para proteger a los vulnerables’.
Pero ¿qué sucede en Latinoamérica? Tal como ocurre en el resto del mundo, la región también está experimentando un enorme crecimiento del Big Data, no así con su aprovechamiento para generar desarrollo. La masificación de internet y la banda ancha en casi todos países del continente, la rápida y mundialmente conocida afición de la región por las redes sociales, especialmente Facebook y el grosero y, en ocasiones, incomprensible deseo por estar constantemente ‘conectados’ con costosos smartphones, están creando un flujo y generación importante de Big Data.
La consultora global Frost & Sullivan’s, pronostica para este año en la región un aumento exponencial de Big Data que demandará avanzadas soluciones tecnológicas (hardware y software) para aprovechar plenamente la información generada por la enorme cantidad de datos. Sin embargo, aún son pocas las compañías de la región que están gestionando el Big Data. ¿El motivo? Falta de visión, inversión, recursos humanos o una mezcla de todos estos, o simplemente porque la mayoría de las pymes aún se encuentran en estadios tecnológicos menos sofisticados, por lo que manejan soluciones más básicas o definitivamente no las necesitan (por ahora).
En el caso de las grandes empresas, las Multilatinas, sí parece existir una tendencia y creciente preocupación por la gestión del Big Data, donde algunas ya han adquirido las tecnologías necesarias, mientras que otras se encuentran en etapas de implementación y/o análisis. Compañías mineras, de petróleo/gas, retail, aerolíneas y de telecomunicaciones, se asoman como las más interesadas en el Big Data.
¿Y los gobiernos? Se encuentran más preocupados en aumentar la cobertura y conectividad de banda ancha, telefonía móvil e internet móvil, además de planes de portabilidad numérica en varios países, arribo de operadores móviles virtuales y apertura de licitaciones de 4G y TV digital. Políticas o proyectos concretos para el aprovechamiento del Big Data latino, nada aún. A pesar de que tal como señala el informe del WEF, el papel que puede jugar una correcta gestión del Big Data para generar condiciones que faciliten y aceleren el desarrollo en Latinoamérica, reviste una importancia tremenda. Debemos aprovechar estas tecnologías para que el conocimiento generado por nuestras universidades y centros de investigación se cruce, complemente y sinergie con las necesidades de la industria. La academia, nuestros científicos y sus investigaciones no pueden continuar desperdiciándose y conformarse sólo con aparecer indexados en la revista Science o Nature, sin llegar nunca al sector productivo, generando riqueza y soluciones que impacten en la vida de las personas.
Con una gestión seria y planificada del Big Data en cada uno de nuestros países, podrían generarse plataformas informáticas en tiempo real que, por ejemplo, crucen los datos de fallas sufridas en una planta automotriz de Brasil o México y conectarlo con las investigaciones y proyectos relacionados que desarrollan ingenieros mecánicos de universidades de todo el continente, los que a su vez, podrían cruzarse con datos de proveedores de materias primas con las que se desarrollaría la nueva pieza de esa fábrica automotriz.
La mutua ignorancia entre los diferentes actores involucrados en la cadena científico-productiva de un país, puede acarrear años de despilfarro de recursos financieros, académicos, científicos y naturales. Latinoamérica necesita todo lo contrario, no más ‘décadas perdidas’. Los sistemas nacionales de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) pueden y deben actualizar sus sistemas de gestión del conocimiento, donde una efectiva utilización del Big Data puede significar el salto definitivo al desarrollo de una región. Para ello es necesario un cambio notable de paradigma en las políticas nacionales de innovación, que convierta en realidad la promesa de la Economía del Conocimiento.
Esperemos que el Big Data regional no sólo sirva para extraer más cobre o petróleo, sembrar más soja, enviar más publicidad dirigida en tu Facebook o entregarte más películas por streaming. Nuestros científicos no estudiaron años para ver cómo sus países basan su economía en actividades casi primitivas y nosotros, los ciudadanos ‘educados’, ya no confiamos en la promesa del desarrollo emergente del continente.
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